27.9.12

Recordar.

A veces duele. Esa nostalgia del recuerdo y las historias que ya no son, sí cala. Y sí, ya sé: así aprendo a valorar lo que tengo, a aprovechar las oportunidades y blah blah...pero duele. 
Y entonces escribo. Escribo porque tengo que sacarlo y Twitter sólo me deja usar 140 caracteres. 
Porque por más que generalmente le vea el lado bueno a las cosas y trate de no pensar en cosas tristes, los recuerdos llegan. Al ver una serie, una foto, una película o al querer dormir. O al pensar. Simplemente al pensar. De pronto recuerdo y pues vuelve a doler. Porque los recuerdos bonitos tienen su lado malo: sirven para extrañar. Y extrañar es triste porque me hace sentir impotente y el chiste es sentirme siempre superpoderosa, ¿no?
Recordar es anhelar, es revivir. Y si es recuerdo es porque ya no es realidad. Por eso se siente feo. Quiero que todo esté bien, pero recuerdo eso que ya no está. Y cuando quedan sólo las ausencias, pues la cosa sí se pone fea. 
De repente recuerdo a quienes ya no están y nunca jamás estarán. Esos duelen porque no volverán y porque a pesar de recordarlos, los voy olvidando. O también empiezo a extrañar a quienes todavía tengo pero ya no como antes. A los ex-amores, por ejemplo. Cuando no es uno, es otro, pero la congoja de no haberlo podido lograr no me deja en paz. Me pueden gustar otros y otros y otros mas no dejan de calarme las historias que no pudieron ser. 
Entonces al estar triste por eso, me siento ridícula. La gente podría pensar que es ilógico que me ponga triste así, de la nada, pero entonces recuerdo que soy humano y tengo en el cerebro una chingadera que como a todo ser humano me hace sentir, me hace llorar, me hace recordar. Y por eso también tengo mis ratitos emo como ahorita, porque me gustaría que todo saliera como yo quiero. Pero ese no es el chiste. 

Ni modo. No siempre puedo escribir cosas bonitas.